miércoles, 27 de enero de 2010

Un mes

30 días.
Cuatro semanas.

Ayer fue 26 de enero, un mes justo desde que mamá se fue.
Hace varios días que no dejo de repasar un par de ideas en mi cabeza.
No creo en la iglesia. No creo en Dios. Bueno, no creo en Dios como un señor sentado arriba de una nube, con pelo y barba larga y con rostro sereno. Creo en una constante universal, en un todo completo, en un orden, en que la energía se recicla. Y al fin y al cabo somos eso. Un pulso eléctrico que viaja de neurona en neurona, sinapsis por sinapsis, transmitiendo una idea, una sensación, un sentimiento.
Creo que cuando me muera voy a dejar de existir como persona, como ente, como ser. Que me voy a dormir profundamente y que nada va a importar nunca más. Y tengo miedo. Miedo de dejar de ser. Terror.
Cómo es el mundo cuando uno no existe?
Importa?
Será como cuando éramos no natos. Cuando todavía no teníamos conciencia.
Será la nada.
Me angustia mucho pensar en eso.
Pensar en el no existir. Pensar en que mamá ya no existe.
Y otra vez, ya no tengo sueño.

jueves, 21 de enero de 2010

Train wreck

Estoy harta del "Tren de la Alegría".
Así me autodenominé hace unos días, hastiada por lo interminable de esta sensación.
Quiero estar contenta por más de 45 minutos y que no se me llenen los ojos de lágrimas cada vez que te pienso.
Necesito que deje de doler cada vez que imagino que el día que yo lleve en mi vientre a tu primer nieta, no voy a poder contarte. Que no voy a poder llamarte para quejarme de mis tobillos hinchados. Que no vas a estar ahí para decirme que todo va a estar bien. Porque las cosas no siempre están bien.
Yo me repetía, cuando esperábamos tu parte médico, que íbamos a estar bien. Mi mantra. Toda mi esperanza en el único lugar en que podía ponerla:
"Vamos a estar bien, todos vamos a estar bien."
Y no, Ma. No estamos bien.
Nos dejaste con las ganas. Con ganas de hacerte abuela. Con ganas de que te rieras de mis miedos. Con ganas de tenerte acá, con nosotros.
Quiero poder pensar en el día de mi casamiento sin angustiarme porque estabas tan linda. Quiero poder ver tus fotos con ganas, en lugar de esquivarlas porque duelen.
Pero no, uno no obtiene lo que quiere.
Y la vida se siente ingrata, como si no valiera la pena.
Estoy cansada de llorar durante horas, y que la sensación más parecida a la paz sea ese adormecimiento que te da cuando los ojos se te cierran por lo hinchados, y la cabeza te duele tanto que ya nada importa.
Basta.
Por favor, basta.

lunes, 18 de enero de 2010

Happy birthday, love

Con mamá queríamos estudiar cosas juntas. Alguna vez me confesó que tenía ganas de tatuarse. Quería cantar en nuestro casamiento. Siempre soñó con conocer Grecia, un poco por el paisaje, otro poco por Shirley Valentine. No se llevaba muy bien con el envejecer, siempre tan coqueta. Le gustaba la menta, el verde y las extravagancias. Estaba feliz con sus pericias, apasionada en su trabajo. Se preocupaba por mí todo el tiempo, y seguía enamorada de papá.
Ayer hubiera sido su cumpleaños.
Brindamos por ella, y nos fuimos a dormir.
Hoy no tengo ganas de nada...

lunes, 11 de enero de 2010

The wet blanket

Cuando fuimos a celebrar el cumpleaños de mi primo Germán, mi viejo lo dijo medio en joda, medio en serio: "Y ahora vamos a arruinarle la noche a la gente que salió a comer". Cuando no salís a comer afuera todos los días, hacerlo es como una celebración... Un festejo sutil, si se quiere. Y si cuando salís a celebrar, te encontrás con una mesa de 5 adultos y dos niños, de la que más de la mitad tiene los ojos en compota, es que algo no anda bien.
Me siento una outsider en todas las actividades que incluyan felicidad. Hasta un encuentro casual con amigos de Marido, que te preguntan con la mejor onda "¿Cómo estás?" se transforma en ese lugar inhóspito.
Holanoestoybienmamámurió.
Terminé hasta pidiendo perdón. Perdón por tener esta inmensa cara de culo.
¿Qué me pasa?
No puedo andar por ahí disculpándome porque mi mamá se murió el día después de navidad.

miércoles, 6 de enero de 2010

Diary

Hoy en mi hora de almuerzo salí sola, y no llamé a mamá. Gasté una fortuna en un par de zapatitos verde agua que siempre quise tener, y lloré en silencio mientras volvía a la oficina por Córdoba.
Me olvidé de almorzar, pero tengo un paquete de galletitas y caldo instantáneo, así que voy a ver cuanto puedo tirar con eso. Es como si no quisiera cuidarme más, pero por suerte se me da por momentos. Es eso o no sé por qué no cancelé mi turno con la nutricionista.
Ayer me fui de la oficina en mitad de mi horario y llorando. Me alteré por una idiotez y no pude remontarlo más. Me subí a un taxi y la radio no paraba de hablar de Sandro. Les conté a unos amigos que tengo una teoría: El Gitano vio pasar a la vieja en sueños y se dijo "No me puedo perder a esta rubia", y se fue tras ella.
Una amiga de Padre que vio a mamá sólo dos veces, me dijo: "Mujeres como esa, no se olvidan fácilmente". Para los demás, iluminaba los lugares en los que estaba. Sólo unos pocos conocíamos el costado taciturno, la melancolía, la protesta y el perfeccionismo extremo... Pero aun así se las ingeniaba para ser encantadora.
Delicada, diplomática. Todo lo que yo no supe ser, y más.

Mamá dejó un diario que escribió por más de diez años. Ya voy a juntar coraje para leerlo.

lunes, 4 de enero de 2010

About me

Ceci:
Tu primer chocolate no te gustó.
Mamá.

Texto manuscrito en el reverso de un chocolatín, encontrado en un placard que ahora está vacío.

viernes, 1 de enero de 2010

Left behind

Es como una mochila que te atraviesa. Pesada como nada en el mundo, adherida con uñas y dientes a mis entrañas. Es una fuerza irrefrenable que hace que me pesen los párpados, y que quiera acostarme a dormir todo el tiempo del mundo. Es el aire viciado en su habitación, y la idea nefasta de vaciar su placard y embolsar toda su ropa. Es sentir esta angustia insoportable que nace en medio del pecho y que, compañera, no te deja ni a sol ni a sombra. Es perder a una amiga que siempre tuve, pero que reencontré hace tan solo 9 meses, cuando la abuela se fue. Es la soledad irrevocable que siento. No tenerla. Haberla perdido para siempre. No más reclamos por no llamar. No más sonrisas para confirmar que estoy haciendo las cosas bien. No más hablar horas por teléfono ni compartir teorías filosóficas. No más repasar su niñez en el campo o la mía en la ciudad. Nunca más opiniones sobre cómo solucionar mis quilombos, porque ella siempre estuvo para mi, incondicional. No más abrazos, no más sonrisas, no más besos.
Mamá falleció este 26 de diciembre, y duele.
Y la extraño.