viernes, 1 de enero de 2010

Left behind

Es como una mochila que te atraviesa. Pesada como nada en el mundo, adherida con uñas y dientes a mis entrañas. Es una fuerza irrefrenable que hace que me pesen los párpados, y que quiera acostarme a dormir todo el tiempo del mundo. Es el aire viciado en su habitación, y la idea nefasta de vaciar su placard y embolsar toda su ropa. Es sentir esta angustia insoportable que nace en medio del pecho y que, compañera, no te deja ni a sol ni a sombra. Es perder a una amiga que siempre tuve, pero que reencontré hace tan solo 9 meses, cuando la abuela se fue. Es la soledad irrevocable que siento. No tenerla. Haberla perdido para siempre. No más reclamos por no llamar. No más sonrisas para confirmar que estoy haciendo las cosas bien. No más hablar horas por teléfono ni compartir teorías filosóficas. No más repasar su niñez en el campo o la mía en la ciudad. Nunca más opiniones sobre cómo solucionar mis quilombos, porque ella siempre estuvo para mi, incondicional. No más abrazos, no más sonrisas, no más besos.
Mamá falleció este 26 de diciembre, y duele.
Y la extraño.